Los jóvenes pagan los platos rotos de la crisis y ven que su futuro es cada vez menos atractivo.
"Esto es solo el principio", promete el texto en el que la organización Juventud sin Futuro agradece la participación el pasado 7 de abril en una manifestación en Madrid contra los banqueros, los políticos, la reforma laboral y de pensiones y la reforma de la Universidad. Fueron entre 1.000 y 2.000 personas, pero están contentos; tienen muchas esperanzas puestas en la próxima convocatoria, para mediados de mayo.
Lo cierto es que al menos una pequeña parte de los jóvenes se ha indignado y ha salido a la calle como les reclamaba el activista francés de 93 años Stéphane Hessel. En su libro ¡Indignaos!, pide a los jóvenes que se movilicen de forma no violenta.
Cualquiera puede entender los motivos de indignación de los jóvenes españoles: una década de precariedad laboral -cuando no de paro galopante-, de mileurismo, de sobrecualificación de titulados universitarios y de dificultad (por no decir imposibilidad) de acceso a la vivienda.
Y ahora, tras más de dos años de crisis económica, el paro juvenil (más del 40%) dobla la media europea, y la mitad de los desempleados tiene menos de 34 años.
Si se echa un vistazo a la página en Facebook de Juventud sin Futuro se pueden ver comentarios de gente de distintos puntos de España intentando organizarse. Las críticas se suceden, por la falta de expectativas, el paro y la precariedad. Se cuestiona a políticos, sindicatos y medios de comunicación, se discute sobre si votar o no, a quién, si hacerlo en blanco.
Se percibe que va calando la sensación de que la crisis económica la están pagando quienes no la causaron y que las élites económicas que sí lo hicieron han salido indemnes. En fin, todas las muestras del descontento que han ido aflorando de distintas maneras y en distintos países (Italia, Francia, Grecia, Portugal o, de otra manera, en Islandia y en el mundo árabe) y que empiezan a llegar masivamente al público.
El descontento está sin duda ahí, de acuerdo. También lo esta la llamada a la movilización. La pregunta es si un movimiento como Juventud sin Futuro, o cualquier otro, pueden canalizarlo en alguna dirección e ir a más.
Muchos especialistas insisten en la pasividad y la apatía que está presente en los jóvenes. "La desconfianza en los políticos podría manifestarse en forma de conflicto o en forma de apatía y desinterés; que es el modelo adoptado finalmente. La falta de tradición política sigue pesando en un país que no está acostumbrado a movilizarse, que no tiene asociaciones fuertes, sindicatos renovados generacionalmente", asegura la profesora de la Universidad de Salamanca Marta Gutiérrez Sastre.
El también sociólogo de la Universidad de Salamanca Fernando Gil desplaza el foco. "La vanguardia que normalmente ha organizado las protestas, la universitaria, no ha tomado todavía conciencia suficiente de los problemas. Porque lo extraño no es solo que los jóvenes en general, y los universitarios en particular, no se movilicen; tal vez sea más extraño el silencio de los intelectuales en la Universidad". En cualquier caso, añade que "los procesos de toma de conciencia, hasta que se materializan en una organización efectiva, se activan de forma lenta pero constante".
Es posible que sean muy pocos los jóvenes que han salido hasta ahora a la calle. Es posible que, mal que bien, la familia, el trabajo sumergido y la protección social mantengan aún el descontento a raya, porque las necesidades básicas están cubiertas.
Artículo de "El País".
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El conformismo ha hecho mella en la juventud de hoy en día. Nos satisfacemos con lo poco que tenemos quizá sin valorar lo que el futuro nos puede aportar.
Teniendo en cuenta la situación económica que vivimos y la escasa movilización de la juventud, el futuro que se nos plantea parece bastante desolador. Lo que no es posible es que una juventud que se enorgullece de estar más preparada que otras generaciones, no se preocupe en mejorar las condiciones.
En definitiva, teniendo hoy en día más recursos y preparación que nuestros antecesores, terminaremos viviendo en peores condiciones por no haber afrontado la situación movilizándonos y defendiendo nuestros derechos.
Entrada por: Aida Giménez, Sheila Romero, Patricia Lorente y Clara Beltrán.
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