El plan de Aguirre de crear un bachillerato para los mejores alumnos es segregador pero busca acabar con la mediocridad - Francia, Reino Unido y EE UU contemplan fórmulas similares - El Gobierno y otros expertos prefieren recetas más integradoras
La Comunidad de Madrid ha anunciado la creación de un bachillerato de excelencia para los mejores alumnos. Se trataría de un modelo que separa en unos pocos institutos a los estudiantes con un ocho de nota media mínima en la ESO y un siete en la prueba externa que hacen todos los madrileños a los 14 años. La presidenta regional, Esperanza Aguirre, ha dicho que este modelo, que arrancará el año que viene para 100 alumnos en un instituto piloto, ofrecerá a los estudiantes "una enseñanza que, como ellos, aspire a la máxima excelencia".
Dejando de lado el impacto real que pudiera tener la medida que aún no se sabe cómo se extenderá -ya existen 19 centros públicos, dos de ellos en Madrid, que ofrecen el prestigioso programa de Bachillerato Internacional al que solo se accede con muy buenas notas-, lo cierto es que ha reabierto el viejo debate de si es mejor separar a los mejores alumnos del resto para que aprendan más o si mantenerles juntos es la mejor solución tanto educativa como socialmente. Máxime porque España, donde la escuela ha conseguido grandes avances en los últimos 30 años, aún debe dar el salto de la calidad.
Las evaluaciones, tanto internacionales como nacionales, muestran un sistema con resultados medios (el 77,1%, en el examen PISA, frente al 73,6% de media de la OCDE), que tiene prácticamente los mismos estudiantes con malos resultados que la media de países (19,5% frente a 18,8%), pero muy pocos en los niveles más altos: un 3,4% frente al 7,6%. El problema es que las propuestas para mejorar esa situación -ese camino de la excelencia- suelen significar cosas distintas si las plantean unos u otros.
La posición de la Comunidad de Madrid parece ser la de que hay que separar a los buenos de los malos estudiantes. Considera "absurdo" continuar con un sistema "que mantiene juntos hasta los 16 años a chicos capaces de asomarse al cálculo infinitesimal con otros para los que un quebrado es un problema insoluble". Y, en esa misma línea colocan muchos -aunque con matices, pues se trata de la enseñanza posobligatoria-, ese bachillerato de excelencia.
El Ministerio de Educación, en una respuesta inusual por su contundencia, rechazó una medida que cree electoralista y "segregadora", según el secretario de Estado de Educación, Mario Bedera. El ministro Ángel Gabilondo añadió que el sistema educativo tiene que atender a los alumnos con mejores resultados académicos "sin aislar y sin separar", "haciendo una enseñanza inclusiva que incorpore a todos en un espacio común"
"La mayor parte de los países de la OCDE prefieren dar respuesta a las necesidades educativas de los más brillantes con programas específicos desde dentro de los propios centros, sin necesidad de segregar. Esos programas de enriquecimiento o de profundización pueden articularse perfectamente, tanto dentro como fuera del horario escolar habitual", dice el asesor principal de educación del Banco Mundial, Juan Manuel Moreno. Ministerio y comunidades están poniendo en marcha este curso (ya funciona en Ceuta y Melilla) programas de clases extra, tanto en primaria como en secundaria, para esos alumnos más brillantes. En el plan de acción del ministerio para este año se repite casi medio centenar de veces la palabra mágica, excelencia y, de hecho, el segundo de los 12 objetivos se titula Equidad y excelencia. Además, ya se ha flexibilizado el sistema para crear puentes entre todos los escalones del sistema.
Pero el tiempo pasa y en la última década apenas se han movido, según PISA, unos resultados que muchos creen mediocres. Las mejoras educativas suelen ser lentas y dependen también de factores sociales y económicos. Pero la gente se impacienta cuando se trata de la educación de sus hijos. Quieren lo mejor ya. Desde ese punto de vista quizá es complicado hacer las cosas mirando por un punto de vista social, y por eso pueden conectar bien con ese sentimiento medidas "espectaculares" como la de Madrid, dice el profesor de Sociología de la Complutense Rafael Feito.
Sin embargo, el último informe PISA, de diciembre, dice: "Los objetivos de mejorar los resultados más altos y luchar para reducir los más bajos no deben ser excluyentes. Los países con más alto rendimiento en lectura, como Finlandia, Corea, Hong Kong y Shanghai, también están entre los que tienen menor variación de puntos entre sus escolares". Esto es, la mejora por arriba se logra mejorando el nivel desde abajo.
Una de las razones de no separar a los alumnos completamente, ni dentro ni entre institutos por sus notas, es la de no crear guetos -a esto aludió el lunes Mario Bedera- que acaban afectando a todo el sistema y dejando a los alumnos socialmente más desfavorecidos con menos posibilidades de alcanzar esos programas avanzados. Alemania (en el puesto 20 de los 65 países y regiones que se examinan en lectura en PISA) es uno de los modelos que plantea Madrid para su programa. Allí, donde se separa a los alumnos por sus notas a los 10-11 años, el impacto del estatus socioeconómico y cultural en los resultados en PISA es de los más altos de la OCDE.
Finlandia es el paradigma de la enseñanza comprehensiva, es decir, que están todos juntos hasta los 16 años. En primaria (de 7 a 12) la clave es dar la atención que cada uno necesite (el 27% de los alumnos recibe apoyo extra). En secundaria (de 13 a 15 años), los estudiantes tienen una amplia capacidad de elección dentro del grueso de materias obligatorias y optativas y el centro la tiene para decidir cómo impartirlas y en qué curso.
Sin embargo, al llegar a la enseñanza posobligatoria las notas sí empiezan a contar. Hay un proceso único de elección para elegir instituto de bachillerato o de FP -los jóvenes tienen que poner cinco opciones-. Si un centro o una enseñanza de FP tiene más demanda que oferta, entran los que traen mejores notas de enseñanza obligatoria. No se trata exactamente de lo mismo que en Madrid, pues es algo mucho más diluido y depende del prestigio de los centros y de los intereses de los alumnos. De hecho, se parece más a lo que ya ocurre en algunas comunidades, donde la nota media cuenta para entrar en un bachillerato para desempatar si dos aspirantes tienen los mismos puntos por cercanía, renta, etcétera; y para dirimir si un ciclo de FP tiene mucha demanda.
En cualquier caso, el presidente del Consejo Escolar de Madrid y ex secretario general de Educación con los Gobiernos del PP, Francisco López Rupérez, destaca que la propuesta de Aguirre es en la etapa posobligatoria. Asegura que la iniciativa trata, aunque sea simbólicamente, de devolver la imagen de excelencia a los institutos públicos. Además, señala que el modelo principal en que se mira esta propuesta son los 95 liceos de excelencia que existen en Francia, en los que solo entran los alumnos con mejores notas. "Se trata de meritocracia, no de segregación. En Francia, tanto la izquierda como la derecha lo acepta como uno de los principios republicanos", asegura. Lo cierto es que Francia (en el puesto 22 en PISA) presenta la mayor diferencia de resultados en PISA según el contexto socioeconómico y cultural del alumno.
El presidente de la asociación de directores de institutos Fedadi, José Antonio Martínez, destaca que la mejora de la calidad no se soluciona ya en bachillerato, sino que tiene que ser antes, sobre todo en primaria. Además, tanto él como otros expertos no ven con buenos ojos la segregación de alumnos, tampoco en el bachillerato. "Es perfectamente legítimo preocuparse por la formación de élites, sobre todo si es a partir de una meritocracia académica. Para eso están sobre todo las universidades. Pero segregar completamente antes de esa edad en un centro específico a los más brillantes es problemático y potencialmente perjudicial para la calidad, la eficiencia y la igualdad de todo el sistema", dice Juan Manuel Moreno.
"Resulta difícil imaginar por qué sí podemos escolarizar aparte, con un trato enfocado al entrenamiento intensivo de sus capacidades, a alumnos que destacan por sus habilidades atléticas o artísticas, y no podemos con los que destacan por sus habilidades académicas o intelectuales", dice el sociólogo de la Complutense Mariano Fernández Enguita, sin embrago, matiza: "La fórmula debería ser excepcional, no el principio de una estratificación generalizada del alumnado según su capacidad intelectual o su logro académico. Podemos dar un trato excepcional a alumnos excepcionales siempre y cuando el conjunto y los centros sigan agrupando a todo tipo de alumnos, pues lo contrario destruiría el papel de la escuela, lugar de aprendizaje de la convivencia y la cohesión social".
Los otros referentes que la Comunidad de Madrid, aparte del alemán y el francés, son las Grammar Schools en Reino Unido (a las que acceden el 25% de los alumnos con mejores notas en un examen de evaluación a los 11 años); y las Magnet schools en EE UU, que admiten solo del 10% al 20% de las solicitudes.
Esos programas tienen toda la lógica del mundo en unos países donde está muy extendida la idea de que poner a competir a las escuelas entre sí es bueno para que todos se pongan las pilas y mejore el sistema. Los resultados medios de ambos países son mejores que los de España en PISA, también el porcentaje de alumnos brillantes (9,9% EE UU, 8% en Reino Unido), pero el porcentaje de malos resultados son casi iguales que en España (en torno a 18% en los dos países anglosajones, frente al 19, 5% de España). Pero hay países que han conseguido, además, mejores resultados que ellos con un sistema más equitativo. La cuestión es qué modelo quiere seguir España en su camino de mejora.
Noticia publicada en "EL PAÍS"
Soraya Torres Durán
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